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P. Jorge García Cuerva
Obispo de Río Gallegos
La Iglesia en Buenos Aires
durante la epidemia de fiebre amarilla de 1871
Según el Diario de la epidemia de Mardoqueo Navarro
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Tesis de Licenciatura

Director: Pbro. Lic. Ernesto Salvia

Buenos Aires, diciembre 2002

(Tesis en *.pdf)

PRIMERA PARTE                                                                                                                           

      Panorama General                                                                                                                      

  1. La ciudad de Buenos Aires hacia 1870                                                                                             â€‹

  2. Situación social y política argentina hacia 1870                                                                          â€‹

2 Sociedad-politica

Primera Parte

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2. Situación social y política argentina hacia 1870

 

 

Así como se realizó un análisis panorámico de la ciudad de Buenos Aires, escenario de la peste de fiebre amarilla en 1871, es importante también hacer un estudio respecto a la realidad socio política del país en aquellos años; esto permitirá comprender mejor aún las conductas de quienes fueron los protagonistas de los funestos acontecimientos de la epidemia.

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2.1 Presidencia de Domingo Faustino Sarmiento (1868- 1874)

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2.1.1 Panorama político general de la República en 1868

 

En Buenos Aires, principal centro de acción del liberalismo, la herencia de los federalistas fue recogida por los llamados autonomistas. Las luchas de liberales y autonomistas agitaron el ambiente político de Buenos Aires desde los días iniciales de la presidencia de Bartolomé Mitre.

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Los autonomistas o “crudos” contaron con La Tribuna como periódico difusor de sus ideas; los liberales dispusieron de La Nación Argentina, periódico dirigido por Mitre.

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En 1866 el autonomismo triunfó en Buenos Aires e impuso a Adolfo Alsina, su jefe, como gobernador.

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En el litoral, Entre Ríos era el centro político de los federalistas dirigidos por Justo José de Urquiza. Desde aquí se irradió hacia Corrientes y Santa Fe.

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La región del norte (Santiago del Estero, Tucumán y Jujuy) permaneció insensible ante este movimiento general de resurrección federalista y compuso un insólito bloque de provincias adictas al liberalismo. El centro de acción de este núcleo fue Santiago del Estero con los hermanos Taboada.

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Las provincias de la región de Cuyo formaron después de la batalla de Pavón un bloque de apoyo al liberalismo, que se enfrentó sólo en 1866 a la acción de los federalistas con la insurrección de Varela.

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Córdoba, de haber apoyado al liberalismo, con el paso de los años, se fue convirtiendo en un fuerte centro federalista. Salta, La Rioja y Catamarca eran focos de permanente acción federalista.

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A la vez, se advertían frecuentemente en todo el país sublevaciones de batallones militares, pleitos políticos resueltos por medios violentos, levantamientos, etc.[1]

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Esta hostilidad de sectores importantes en algunas provincias y la guerra del Paraguay hacían que la situación política interna del país fuese muy tensa. Al aproximarse el término legal de la presidencia de Mitre, se agitaron los interesados en la sucesión con sus respectivas fórmulas. Aparecieron como candidatos Guillermo Rawson, Rufino de Elizalde y algunos mencionaron el nombre de Juan Bautista Alberdi; Adolfo Alsina tenía a su favor la gran popularidad de que disfrutaba como jefe del porteñismo autonomista; también se propuso el nombre de Urquiza en salta y Entre Ríos.

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Se le ocurrió a Lucio V. Mansilla lanzar el nombre de Sarmiento, ausente en los EEUU y hombre sin partido.[2] A principios de 1868 Sarmiento es sostenido por el Partido liberal de seis provincias y cuenta con el apoyo del ejército que por medio del General Arredondo trabaja activamente por su candidatura en Santiago del Estero y La Rioja. La precandidatura de Sarmiento fue muy atacada por sus posibles rivales, pero se fue imponiendo fuertemente en la opinión pública. En Buenos Aires apoyaron la candidatura del maestro sanjuanino hombres influyentes como Manuel Ocampo, Rufino Varela, Martín Piñero, etc. Finalmente la fórmula presidencial fue encabezada por Sarmiento seguido por Adolfo Alsina, el hombre fuerte de Buenos Aires, como vicepresidente.

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Las elecciones se realizaron el 12 de abril de 1868 y el 16 de agosto se realizó en el Congreso el escrutinio que arrojó el siguiente resultado: sobre 156 electores votaron 131. Sarmiento recibió 79 votos para presidente y Alsina 82 para vice; por Urquiza votaron Santa Fe, Entre Ríos y Salta, en total 26 votos; por Elizalde, 22 de Catamarca y Santiago del Estero; para la vicepresidencia, el más votado después de Alsina fue el General Paunero que obtuvo 46 votos.[3]  

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El presidente electo se enterará del resultado al pasar por Río de Janeiro en viaje a Buenos Aires. Desde el día siguiente a su llegada, Sarmiento delineó en discursos y artículos periodísticos, su programa de gobierno.

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2.1.2 Actos de gobierno y acontecimientos más importantes durante su presidencia

 

“No me arredran las dificultades de la tarea; aunque no me es desconocido cuánto están destinados a sufrir en su honor y en su reposo los que son llamados a desempeñar las arduas tareas del gobierno. Es necesario resignarse a esta suerte, porque nuestra patria no está organizada aún para dar siquiera goces reales a los favorecidos de la fortuna. Pero me abruman, sí, la confianza y las esperanzas que se han depositado en mí. Nuestra historia revela que tenemos más alta conciencia del bien, que paciencia y capacidad para realizarlo. Muchos de los que antes lo intentaron murieron en la demanda o el ostracismo, y sólo la generación venidera reivindica la memoria de los fieles servidores que no supieron ser populares, porque querían ser dignamente estimados. Una mayoría me ha traído al poder, sin que lo haya yo solicitado, y tengo por lo tanto derecho para pedirle, al sentarme en la dura silla que me ha deparado, que se mantenga unida, y que no eche en adelante sobre mí sólo las responsabilidades de su propio gobierno. (...) Teniendo por guía la Constitución Nacional, y como auxiliar la fuerza que ella pone en mis manos, alcanzaré a realizar algunas de las esperanzas que he bosquejado, entregando al que me suceda en este puesto, íntegra la República, prósperas las rentas, un mayor número de hombres felices y educados, la ley respetada, y acaso, aunque no lo espero, bendecido el gobierno.” [4]

 

 

a. Primer censo argentino:

 

“Se ha levantado el primer censo de la República Argentina dando por cifra total 1.736.701 habitantes. Me es grato anunciaros que esta operación, por tantos años diferida, se ha ejecutado con una perfección y exactitud mayores tal vez, que la que han obtenido otros Estados en sus primeros ensayos. Los funcionarios encargados de levantarlo, los gobiernos de las Provincias y los vecindarios en general, han contribuido al buen resultado de tal manera que, todo concurre a hacer creer que con poca diferencia en más, las cifras son exactas. Los resultados generales han sido ya publicados por el Director del Censo, que ha mostrado competencia y actividad en el desempeño de su tarea.” [5] 

 

Desde el 15 al 17 de setiembre de 1869 se llevó a cabo el censo nacional prescripto por la Constitución y dispuesto por una ley especial del gobierno de Bartolomé Mitre. La operación fue dirigida por el doctor Diego T. De la Fuente.

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La población ascendía a 1.830.214 habitantes, incluidos 93.138 indios que habitaban las regiones chaqueña, patagónica, fueguina y misionera. La distribución de esa cifra era la siguiente: Buenos Aires, 495.107;  Córdoba, 210.508; Entre Ríos, 134.271; Santiago del Estero, 132.898; Corrientes, 129.023; Tucumán, 108.953; Santa Fe, 89.117; Salta, 88.933; Catamarca, 79.962; Mendoza, 65.413; San Juan, 60.319; San Luis, 53.294; La Rioja, 48.746; Jujuy, 40.379; y los territorios nacionales, 93.291. La población urbana estaba formada por 600.670 habitantes, y la rural por 1.136.406. Eran argentinos, 1.526.784 pobladores, y extranjeros, 210.292. El 71 por ciento de las personas mayores de 6 años eran analfabetas. La ciudad de Buenos Aires tenía 177.787 habitantes. Otras ciudades importantes eran Córdoba, Rosario, San Miguel de Tucumán, etc.[6]  

         

Las cifras demostraron un rápido ascenso después de Caseros que no se detendrá hasta la crisis de 1930. También se comprobó que Argentina tenía menos de un habitante por kilómetro cuadrado. El país era un extenso territorio semidesierto. Lo que también se reveló fue el crecimiento de la ciudad de Buenos Aires. Horacio C. Rivarola comentó en 1910 las cifras del censo: “La ciudad cabeza aumenta, crece desmesuradamente, y da motivo a la afirmación tantas veces traída y llevada del peligro e inconveniente de la cabeza enorme con cuerpo pequeño.” [7]

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b. La guerra del Paraguay:

 

“La guerra del Paraguay a que fuimos arrastrados por la desacordada ambición de un frenético, es el abismo que venía de siglos para sepultar con estrépito, lo que quedaba en América del gobierno dado por Felipe II a las Españas, e injertado en el Paraguay sobre la tradición indígena. Os ha tocado a vosotros presenciar los más grandes horrores de la guerra. De siglos acá no se habían medido dos civilizaciones distintas: el despotismo antiguo y la libertad moderna. Dios no nos ha de pedir cuenta de la sangre derramada en la más legítima defensa. La historia no ha de echar de menos tampoco, la cadena que quería detener el progreso humano en las bocas del río Paraguay y destrozaron los aliados.” [8]

 

Esta se inició en 1865. Los orígenes del conflicto son variados y se vinculan con situaciones políticas y económicas de vieja data. La situación mediterránea del Paraguay lo llevó a complicadas maniobras diplomáticas con el Brasil, Uruguay y Argentina con el fin manifiesto de mantener un equilibrio político que lo favoreciera. Se sucedieron así a lo largo de los años, alianzas y contra alianzas manejadas discrecionalmente, primero por Carlos Antonio López, y a su muerte por su hijo, Francisco Solano López, ambos presidentes vitalicios del país vecino, una de las cuales fue causa inmediata de la guerra.

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En 1864, el general uruguayo y dirigente del partido colorado, Venancio Flores, invadió su país con el objeto de derrocar al presidente en ejercicio, miembro del partido blanco. El hecho de contar el general Flores con fuertes simpatías en la Argentina donde había luchado a favor de los liberales, dio lugar a sospechas sobre la real neutralidad del gobierno nacional en el episodio y motivó un pedido de explicaciones de varios países entre los que se encontraba Paraguay; el pedido fue considerado por Mitre como un agravio nacional y no se cursó respuesta alguna. Al mismo tiempo el Brasil estacionaba tropas en la frontera con el Uruguay y después lo invadía en apoyo a Flores.[9]

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En ese punto de los acontecimientos, Francisco Solano López, aliado a los blancos uruguayos, consideró esta situación como atentatoria contra el equilibrio de los estados del Plata. Con el fin de enfrentar a los brasileños, López pidió autorización al gobierno argentino para atravesar el territorio de Corrientes con sus ejércitos. Mitre se la negó y así el Paraguay declaró la guerra el 5 de marzo de 1865.

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Dos meses más tarde se firmó el Tratado de la Triple alianza entre Argentina, Brasil y el Uruguay, en manos coloradas, por el que se acordó una alianza ofensiva contra el Paraguay. El general Mitre fue designado general en jefe de los ejércitos, mientras que Brasil proporcionaría su escuadra.

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El entusiasmo popular ante la guerra fue escaso; de todos modos se procedió a organizar la movilización con las tropas disponibles en la ciudad de Buenos Aires, las que fueron puestas bajo las órdenes del general Paunero. El general Mitre, por su parte, delegó la presidencia en el doctor Marcos Paz y marchó hacia Concordia, entre Ríos, para asumir la jefatura de las fuerzas aliadas.[10]

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Luego de diversos enfrentamientos que en general demostraron la superioridad de las fuerzas aliadas, y con la muerte de Solano López en Cerro Corá el 1 de marzo de 1870, se puso fin a la guerra con la firma de un Protocolo el 20 de junio de 1870.[11]

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A lo largo del desarrollo de la terrible contienda hubo sangrientos y feroces combates, asaltos temerarios, locas y furiosas arremetidas y gestos de audacia, que dejaron enormes saldos de miles de muertos, heridos inutilizados y mutilados. Para todos los beligerantes fue costosa, porque exigió grandes esfuerzos, fatigas y gastos. Para la Argentina fue un escollo tremendo puesto en el camino de sus progresos institucionales, económicos, políticos, sociales y educativos.[12] Incluso, la guerra tuvo sus consecuencias durante los meses de la epidemia de fiebre amarilla en Buenos Aires. La contienda había exigido a la Gran Aldea una crecida contribución de sangre, de recursos y especialmente de elementos hospitalarios destinados a los establecimientos militares de aislamiento, para los heridos y enfermos, en las fronteras del país. Cuando al año siguiente se desatara la peste, Buenos Aires contaba con escasos recursos sanitarios en proporción a su población y a la gravedad del flagelo.[13]

 

 

c. Creciente inmigración:

 

“Estamos llamados por la Providencia, a ser en todo un nuevo Mundo, un teatro nuevo, fecundo, vasto, para representar las escenas maravillosas, que sólo en sueños y en medio de las aflicciones de la pesadilla, han podido entrever los pueblos del continente antiguo. Hablamos de la idea de acelerar por medio de la introducción de extranjeros el acrecimiento de la población y el desenvolvimiento de la riqueza territorial. Es la hora de hacer caridad a los hombres que ofrecen sudor, arados perfeccionados y hábitos de trabajo y moralidad en cambio de un pedazo de terreno donde establecer sus familias y sus hogares.” [14]

 

Después de la caída de Rosas se consideró la inmigración como fuerte palanca de progreso, tal como lo demostraba el caso de Estados Unidos, y así se abrieron las puertas a las masas europeas y al cabo de unos años un verdadero alud humano vivía en Buenos Aires.

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Tanto la provincia de Buenos Aires como la Confederación habían coincidido en fomentar la inmigración, ofreciendo tierras y auxilios, política que mantuvo el gobierno de la república una vez constituida definitivamente con la Comisión protectora de la inmigración en 1869. Con el censo de 1869 se confirmó el creciente número de extranjeros, en su mayoría provenientes de la península itálica, que incluso llegó a desatar una campaña anti italiana que se haría más fuerte en 1871, acusando a esta colectividad del avance de la fiebre amarilla.[15]

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Se culpó por la epidemia a los inmigrantes italianos. Se los expulsó de sus empleos. Recorrían las calles sin trabajo, ni hogar; algunos incluso murieron en el pavimento, donde sus cadáveres quedaban con frecuencia sin recoger durante horas. Había un gran pedido de pasajes para Europa. La Compañía Genovesa vendió 5200 en quince días. [16]

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La acción gubernativa de Sarmiento impulsó la inmigración. En 1868 entraron al país unos 30.000 inmigrantes y en 1874 sumaron alrededor de 70.000, siendo la cifra más elevada la de 1873, con 76.332 personas. En los seis años de su presidencia ingresaron al país alrededor de 280.000 inmigrantes, la mayoría italianos, españoles y franceses. [17]

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d. Ideas y planes educativos:

 

“La empresa gloriosa de nuestro siglo es la de difundir en toda la masa de habitantes de un país, cierto grado de instrucción, para que cada uno pueda abrirse honorable acceso a la participación de las ventajas sociales y tomar parte en el Gobierno de todos para todos. No hay república sino bajo esta condición y la palabra democracia es una burla, donde el gobierno que en ella se funda, pospone o descuida formar al ciudadano moral e inteligente.”

“¿Cuál sería el porvenir de repúblicas como la nuestra, donde poblaciones enteras están en condiciones intelectuales peores que los esclavos de los Estados del Sud en la Unión Americana, si no extirpamos con mano firme la ignorancia prevalente?” [18]

 

Bajo la inspiración de Sarmiento y de su ministro, doctor Nicolás Avellaneda, la instrucción pública adquiere durante el período 1868-1874 un impulso vigoroso. Esto queda demostrado con algunas de las medidas que tomó y que se citan a continuación:

           

Por decreto del 13 de noviembre de 1868 se ordena franquear al público las bibliotecas de los colegios nacionales sosteniendo la idea de que no debía fomentarse la carencia de libros por parte de la población. Ese mismo año se autoriza el funcionamiento de cursos nocturnos en el Colegio Nacional de Salta para obreros y trabajadores.

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Se crea en el Colegio Nacional de Buenos Aires la cátedra de historia argentina y se nombra titular de ella a don José Manuel Estrada. El flamante profesor tenía por entonces 26 años y acababa de publicar su obra Lecciones de Historia Argentina. Y así se fueron fundando colegios nacionales en las distintas ciudades del interior del país, como en Santiago del Estero, Corrientes, La Rioja, etc.[19]

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Muchas casas de estudios ampliaron sus cátedras teniendo en cuenta las necesidades de la región. Así, se crea el 18 de marzo de 1869 una cátedra de mineralogía en los colegios nacionales de San Juan y Catamarca. El 27 de abril se manda dotar con un gabinete de Física a la Universidad de Córdoba y a los colegios nacionales establecidos en Mendoza, San Juan, Catamarca, Tucumán y Salta. Se adquirió maquinaria agrícola para los establecimientos de enseñanza secundaria de Rosario, San Luis, Tucumán y otros donde funcionaban departamentos de agronomía.

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Sarmiento se preocupó fuertemente por la formación de los maestros por lo que se planteó la necesidad al Congreso Nacional de implantar en Argentina la enseñanza normal. El primer centro del normalismo argentino fue la ciudad de Concepción del Uruguay, capital en ese entonces de la provincia de Entre Ríos, y gobernada por Urquiza que apoyaba fuertemente la iniciativa. También en esa ciudad fue la primera escuela normal para mujeres.

 

Los esfuerzos del gobierno nacional fueron secundados rápidamente por las provincias, tan interesadas como aquél en obtener maestros y maestras capacitados en el arte y la ciencia de instruir y educar bien a los niños. Así es como nacieron en 1874, dos escuelas normales en Buenos Aires, otra en San Luis, Mendoza y córdoba en 1872.[20]

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Se dotó a las escuelas secundarias de museos de ciencias naturales, física y química, muebles, materiales didácticos, etc. Sarmiento contrató profesores europeos para que atendieran las cátedras dedicadas a la enseñanza de las ciencias. El plan de estudios de los colegios de enseñanza media que entró en vigencia duraba seis años sobre la base de ciencias e idioma latín, francés, inglés y alemán. Además se decidió que tres años de estudios secundarios habilitaban para las actividades del comercio, y cuatro, para el ejercicio de la agrimensura.[21]

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Sarmiento mejoró las dos universidades ya existentes y fundó la facultad de Ciencias Exactas de la Universidad de Buenos aires, con la cual se iniciaron los estudios de ingeniería, y creó el Observatorio Astronómico de la ciudad de Córdoba en diciembre de 1869. A la vez dedicó grandes esfuerzos a la creación, sostenimiento y desarrollo de bibliotecas populares y especializadas.[22]

           

 

e. Fomento de la producción económica, agropecuaria, minera e industrial:

 

En el discurso inaugural de la Exposición de Córdoba, el 15 de octubre de 1871, el presidente Sarmiento, afirmaba entre otras cosas:

 

“He aquí por donde pudiera ser esta exposición de nuestra industria, el comienzo de una regeneración social, que muestre a la presente y a la próxima generación, el camino por donde hemos venido extraviados, a fin de que lo eviten cuidadosamente.” [23]

 

Sarmiento adoptó medidas para alentar el desarrollo de las actividades agrícolas y ganaderas, fuentes principales de la riqueza argentina, aconsejó que se plantaran nuevas especies vegetales útiles y se introdujeran diversos ejemplares arbóreos.

 

Hizo realizar estudios sobre las carnes frescas; fomentó el establecimiento del gusano de seda y el desarrollo de la piscicultura;  reglamentó la exportación del ganado a pie; dictó disposiciones para la explotación del guano de la Patagonia; estimuló el desarrollo de la vitivinicultura; alentó la producción de lanas y celebró que el país ocupara el primer puesto en el mercado mundial, etc.

 

En julio de 1871 creó el Departamento de Agricultura al cual dotó de un museo, de una biblioteca especializada, un jardín de aclimatación, y un periódico destinado a promover el fomento del cultivo del suelo. Recomendó y fomentó el cultivo del maíz y del trigo. De este último cereal se efectuó la primera exportación. A la vez se intentó atraer hacia nuestro país agricultores europeos.

 

Una de sus grandes preocupaciones fue la implantación de la reforma agraria, con el fin de dividir los latifundios y dar acceso a la propiedad y al uso del suelo a las masas campesinas. En este proyecto se debió enfrentar a los poderosos propietarios de grandes extensiones de tierra dedicados casi exclusivamente a la cría de ganado, quienes se opusieron firmemente a un proyecto que el presidente envió al Congreso en julio de 1873. Este establecía la donación de tierras, a título gratuito, a las primeras familias que se establecieran en los territorios nacionales. Las restantes parcelas de suelo debían venderse a largos plazos y precios bajos, siempre que se las habitara y cultivara.

 

Sarmiento también fomentó la exploración y explotación mineras mediante disposiciones legales, estudios técnicos y franquicias fiscales,

encomendando a ingenieros especialistas estas tareas.

 

“Algunas compañías europeas han dado principio a la explotación de minas y se esperan resultados importantes. El Gobierno ha reunido y publicado datos a este respecto, y se propone utilizar la ciencia de hombres competentes para hacer estudiar el suelo argentino en lo relativo a su formación, productos minerales, y adaptabilidad a la agricultura.” [24] 

 

En 1872 se promulgó una ley sobre extracción de minerales de hierro; se reglamentó la explotación de las canteras de la isla Martín García; se realizaron estudios para la extracción del carbón mineral; y por otra ley, sancionada el 10 de octubre de 1870, se destinó premios en dinero para quien descubriera filones de minerales, especialmente de  carbón, de explotación económica.[25]

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Sarmiento sostenía que era fundamental la industrialización del país, sosteniendo que la colonización de estas tierras por parte de los españoles no ayudó al crecimiento económico, al contrario de lo que sucedió en América del Norte.

 

“La industria ha hecho una gran transformación y veinte años han bastado en aquél extremo de la América;  que se haga lo que en tres siglos no fue parte a realizar la colonización sin artes industriales en el resto del continente que fue español.” [26]

 

 

f. Comunicaciones y transportes:

 

“En un país como el país como el nuestro que reconoce por causa principal de su atraso relativo, las grandes distancias que separan a las poblaciones entre sí y el aislamiento de los hombres, es buen sistema de gobierno el que consiste en destruir estas causas, facilitando la comunicación rápida de cosas y personas. A esta vital necesidad responde el anhelo con que los gobiernos han trabajado por dotar al país de vías de comunicación, y el actual no ha hecho sino seguir en este propósito desarrollando la viabilidad de la República. Se han terminado y prestan ya sus servicios al público varios de los caminos contratados el año anterior y otros muchos se hallan en ejecución.” [27]

 

La obra iniciada por Mitre, no obstante los inconvenientes originados por la guerra con el Paraguay, recibió vigoroso impulso durante la presidencia de Sarmiento. El Presidente dio mucha importancia a la construcción de líneas férreas. Los 573 kilómetros construidos durante la presidencia de Mitre se convirtieron en 1331 en 1874 al traspasar el mando a Avellaneda. Se terminó la línea que unía Rosario con Córdoba, se comenzó la construcción del ramal de Córdoba a Tucumán y el de Buenos Aires a Campana. También se construyó una línea férrea desde la ciudad de Córdoba al pueblo de La Calera, el ferrocarril del este, que unía Concordia con la ciudad de Mercedes en Corrientes, y el ramal ferroviario de Río Cuarto a Villa María en Córdoba.[28]

 

“Es digno de notarse que los ferrocarriles establecidos en la República Argentina son más productivos que los de otras naciones, hecho que demuestra la riqueza de nuestro país y que una vez plenamente conocido estimulará los capitales para venir a emplearse en nuevas construcciones. 458 millas de ferrocarriles abiertas al servicio público, 60 en construcción, 210 contratadas y 400 en estudio forman nuestro total de ferrocarriles.” [29]

 

Durante los seis años de la administración federal de Sarmiento se trazaron los planes para la construcción de muchos caminos, entre ellos todos los que se dirigían a las capitales de provincia, y numerosos puentes también fueron construidos en ese período o terminados.

 

“Se han hecho puentes, sobre nuestros ríos y puedo deciros que la fisonomía tipográfica de la República habrá cambiado totalmente en poco tiempo.¨[30]

 

Un hombre de empresa, Federico Lacroze, pidió en 1868 la concesión de una línea de tranvías de un total de 60 cuadras.[31] Debió enfrentar las protestas de numerosos vecinos que alegaban serios peligros para la población una vez que los vehículos comenzaran a recorrer las calles. Sin embargo, en 1869 obtuvo la concesión, y ese mismo año obtuvo otra para unir Once con La Boca pasando por la plaza de Mayo. Este fue el inicio de toda una red de tranvías que recorrería la ciudad, llegando en 1909 a 528 kilómetros. [32]

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Sarmiento alentó a tirar el cable telegráfico transoceánico, que fue inaugurado en agosto de 1874. También hizo extender el kilometraje de las líneas telegráficas nacionales. A la vez, nacionalizó los correos y telégrafos provinciales; las distintas medidas que tomó en esta área permitieron un extraordinario desarrollo de las comunicaciones postales. Si en 1868 el correo transportó cuatro millones de piezas postales, en 1873 esa cifra se elevó a 7.787.400.[33]

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El Presidente trató de realizar la vieja aspiración porteña y nacional de hacer un gran puerto en la ciudad de Buenos Aires. Hizo muelles y almacenes de aduana en Rosario. Acordó franquicias a los buques mercantes y postales. Fomentó el tránsito de navíos de cabotaje en la cuenca del Plata. Habilitó y mejoró varios puertos interiores y canalizó varios ríos. En 1874, cuando Sarmiento finalizó su mandato, ingresaban diecinueve buques por mes al país desde Europa; en el comienzo de su gobierno sólo lo hacían cuatro.[34]

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[1] Cfr. CAMPOBASSI, José S., Sarmiento y su época, Tomo II, 1863-1888, Buenos Aires, 1975, pp. 81 y ss

[2] Cfr. ABAD DE SANTILLÁN, Diego, Historia Argentina, Tomo 3, Buenos Aires, 1981, p. 185

[3] Cfr. CAMPOBASSI, José S., Op. Cit, p. 96

[4] SARMIENTO, Domingo F., en Obras completas, XXI, Buenos Aires, 1899, pp. 272 y 273

[5] Ibid. , L, 1902, p. 365

[6] Cfr. CAMPOBASSI, José S., Op. Cit., pp. 147-148

[7] Cfr. ABAD DE SANTILLÁN, Diego, Op. Cit., p. 190

[8] SARMIENTO, Domingo F. Op. Cit., XXI, 1899, p. 292

[9] Cfr. GOROSTIEGUI DE TORRES, Haydée, La Organización Nacional, en AAVV, Historia Argentina, Tomo II, Buenos Aires, 1998, pp. 487 y ss

[10] Ibid.

[11] Cfr. BEVERINA, Juan, La guerra del Paraguay (1865-1870). Resumen histórico, Buenos Aires, 1943.

[12] Cfr. CAMPOBASSI,  José J., Op. Cit., p. 212

[13]Cfr.  RUIZ MORENO, Leandro, Op. Cit, P. 71

[14] SARMIENTO, Domingo F., Op. Cit., IX, 1896, p. 317

[15] Cfr. ABAD DE SANTILLÁN, Diego, Op. Cit.. p. 190

[16] Cfr. BUNKLEY, Allison William, Vida de Sarmiento, Buenos Aires, 1966, p. 114

[17] Cfr. CAMPOBASSI, José J., Op. Cit. p.140

[18] SARMIENTO, Domingo F., Op. Cit., L, 1902, pp.368-370

[19] Cfr. REBOLLO PAZ, León, Sarmiento Presidente, Buenos Aires, 1968, p. 82

[20] Cfr. CAMPOBASSI, José J., Op. Cit., pp. 168 y ss

[21] Cfr. Ibid.

[22] Cfr. Ibid. pp.171 y ss

[23] SARMIENTO, Domingo F., Op. Cit., XXI, 1899, p.273

[24] SARMIENTO, Domingo F., Op. Cit., L, 1902, p. 363

[25] Cfr. CAMPOBASSI, José J., Op. Cit., pp. 139 y ss

[26] SARMIENTO, Domingo F., Op. Cit., XXI,

[27] Ibid., LI, 1902, p.142

[28] Cfr. CAMPOBASSI, José J., Op. Cit., pp. 145 y ss

[29] SARMIENTO, Domingo F., Op. Cit., L, 1902, p. 361

[30] Ibid., LI, p.142

[31] Ut supra, p.13

[32] Cfr. ABAD DE SANTILLÁN, Diego, Op. Cit., p.200

[33] Cfr. CAMPOBASSI, José J., Op. Cit., p.146-147

[34] Ibid., p.146

Notas al pie
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