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P. Jorge García Cuerva
Obispo de Río Gallegos
La Iglesia en Buenos Aires
durante la epidemia de fiebre amarilla de 1871
Según el Diario de la epidemia de Mardoqueo Navarro
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Tesis de Licenciatura

Director: Pbro. Lic. Ernesto Salvia

Buenos Aires, diciembre 2002

(Tesis en *.pdf)

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Tercera parte

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1. Mardoqueo Navarro

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1.1 Su vida

 

Nacido en la ciudad de Catamarca, fue bautizado el 16 de abril de 1824. Era hijo de Ramón Gil Navarro y de doña Rosa Ortiz de Ocampo. En 1843, a raíz de la persecución política de la que fuera víctima su padre durante la dictadura de Juan Manuel de Rosas, se trasladó a Copiapó, Chile, junto a su hermano Samuel, periodista y funcionario, algunos años mayor que Mardoqueo.[1]

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            Regresó de Chile cuando el general Justo José de Urquiza lo mandó llamar al adquirir en 1859 el saladero denominado “Once de Setiembre” en Rosario de Santa Fe. Le prometió hacerlo socio y pagarle cien patacones mensuales. Mardoqueo Navarro viajó y formó sociedad con él y con los señores Francisco Taruel y Miguel Rueda. Fue sorprendente esta convocatoria de Urquiza dado que no se conocían personalmente; años después Navarro explicará el orgullo que sentía por tan grande propuesta dado que la mayoría de los argentinos residentes en Chile, consideraban a Urquiza un prócer de la talla de George Washington.[2]

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El fracaso de los negocios arruinó la empresa; sin embargo, Navarro permaneció como encargado de negocios de Urquiza. En 1864 el entrerriano le encomendó la misión de realizar las gestiones pertinentes con el fin de que la sociedad “El Porvenir de las Familias” de Chile se estableciera en Buenos Aires bajo la denominación de “La Bienhechora del Plata”, la que se instaló de inmediato. Pero la relación con Urquiza se resquebrajó por diferencias económicas entre ambos y promesas incumplidas a tal punto que en 1872 Navarro escribió un libro en su contra donde narró detalladamente los hechos que lo llevaron a renunciar.

 

“Mis derechos fueron agraviados por él, con la retención despótica que hizo del precio condigno con mi trabajo.” [3]

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             Luego de su enfrentamiento con Urquiza, en 1864 Mardoqueo Navarro viajó a Buenos Aires para hacer negocios con Don José Gregorio Lezama.[4]

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            El 16 de noviembre de 1865, Navarro se presentó en Rosario al gobernador Nicasio Oroño junto con otros, para solicitar que se les concedieran gratuitamente unos terrenos con el propósito de fundar una colonia agrícola en la provincia, en la margen derecha del río Paraná, en la desembocadura del arroyo “El Rey”. El contrato que se firmó establecía el número de 2.000 personas para poblarla, la forma de posesión, entrega de títulos, etc. A fines de junio de 1866 Navarro acampó en el lugar y decidió poblar la zona con colonos norteamericanos para lo cual expresó su deseo de viajar a Estados Unidos, viaje que no se sabe si llegó a concretar.[5]

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            Posteriormente se instaló en la ciudad de Buenos Aires donde se dedicó al periodismo y entabló amistad con las personalidades políticas más importantes de la época, entre ellos el presidente Sarmiento. Durante la epidemia de fiebre amarilla de 1871 permaneció en la ciudad y escribió un diario sobre lo que iba sucediendo, editado por el diario La República de Manuel Bilbao.[6]

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            En 1877, el Gobierno Nacional encomendó a su hermano Samuel la misión de inspeccionar las Aduanas y Receptorías del Alto Uruguay; Mardoqueo lo acompañó y esta nueva experiencia será motivo de otro libro también en tono polémico.

 

“Deseando cooperar a los trabajos de la Comisión confiada por el Exmo. Gobierno Nacional a mi hermano en el carácter de Inspector de Aduanas del Alto Uruguay en 1877, partí en su compañía hasta la Concepción del Uruguay, donde emprendí la recopilación de los documentos y antecedentes relativos a la extinguida provincia de Misiones.” [7]

 

            Mardoqueo Navarro falleció en Buenos Aires el 9 de noviembre de 1882, soltero. Fue un empleado honesto de la administración pública y un escritor prolífico, dado que además de sus obras se dedicó también a la correspondencia.

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            Un  familiar conocido fue su hermano Ramón Gil Navarro, nacido el 17 de febrero de 1828, discípulo de Fray Mamerto Esquiú. Se dedicó al periodismo en Valparaíso, Chile, siendo redactor de El Mercurio. Fue diputado nacional en varias ocasiones por las provincias de La Rioja,  Catamarca y Córdoba, respectivamente. En Córdoba fundó en 1877 el periódico El Progreso. Falleció en 1883.[8]

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            Mardoqueo Navarro fue un hombre de personalidad inquieta, dedicado a varias actividades y en diversos lugares del país y del exterior. Se autodefinía como un hombre honesto, crecido y formado fuera del país; de carácter poco maleable, exigente, rígido e impulsivo:

 

“(...) mis reacciones las más eran las de la pólvora, que al más suave roce, al menor calor, arde y hace explosión.” [9]

 

“Si el hombre fue creado o no a la imagen y semejanza del Criador, es cosa que yo no sé. No conocí a Dios personalmente, y confieso el hecho, sin negar por eso, verdad de tanto volumen. Pero si Dios es inmutable, juzgo que nos parecemos a él en este respecto, al menos creo que somos como fuimos, y que seremos como somos, que nos parecemos siempre a nosotros mismos, mientras existimos; somos inmutables por el carácter.”[10]

 

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1.2 Su obra

 

Durante el tiempo que permaneció como encargado de los negocios de Urquiza,  Mardoqueo Navarro redactó y despachó una impresionante correspondencia.

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            Cuando se radicó en la ciudad de Buenos Aires en 1870 se dedicó al periodismo. Publicó algunos artículos en La Revista de Buenos Aires, entre ellos: La ciudad de la Rioja. Documentos históricos; la introducción a un artículo de Guillermo Dávila, La Rioja en la campaña de los Andes; y a otro de Miguel Otero, Esclarecimientos históricos. Junín y Ayacucho. San Martín en el Perú.[11]

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            En 1871 escribió el Diario de la epidemia, el que será analizado por separado, y en 1872 publicó su obra El General Don Justo José de Urquiza y el ciudadano Mardoqueo Navarro; Protector y protegido o sea explotador y explotado, trabajo confeccionado para solicitar a los descendientes de Urquiza el cobro de sus haberes como administrador, no hechos efectivos en vida de aquél.

 

“Este libro contiene en el fondo una serie de notas relativas a los negocios del Sr. General D. Justo José de Urquiza, administrados un tiempo por D. Vicente Montero, examinados y liquidados desde marzo de 1859 por mí, que tuve respecto de ellos el cargo de Interventor durante la liquidación, y el de Administrador en seguida; uno y otro bajo la superintendencia de su propietario, hasta marzo de 1862 inclusive.” [12]

 

            Las primeras palabras son en francés: Les antécedents d’ une vie sont d’ un grand poids dans la balance de la justice.[13] Así el autor querrá lograr que los hechos del pasado de la vida de Urquiza sean juzgados por considerarlos corruptos y engañosos.

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            Navarro narra que residía en Chile cuando el General Urquiza, al que no conocía personalmente, lo mandó llamar proponiéndole organizar y presentar el estado general demostrativo de la administración de sus intereses comerciales. En el país trasandino Mardoqueo Navarro había perdido dos veces su fortuna personal[14]; Urquiza lo llama porque dice saber incidentalmente de su problema económico.[15]

 

“Ya el protector me había inducido a trepar los Andes y atravesar la Pampa, seducido por sus palabras de protección inesperada: el General Urquiza me arrastraba en esta vez, hacia el Uruguay a donde me dejé llevar, orgulloso de haber merecido por el ejercicio del trabajo sin treguas, en confianza personal para el desempeño de una misión, verdaderamente delicada y excesivamente laboriosa.” [16]

 

             En la obra Navarro divide su trabajo con Urquiza en tres períodos: empleado a sueldo impago pero rotulado “socio”; liquidador; e interventor.

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            En un comienzo el libro se llamó Privado de Mardoqueo Navarro, pero luego le cambió el nombre para que el caso pudiese ser llevado ante los tribunales, dado que se encontraba en litigio con los herederos de Urquiza varios años después de los hechos que narra:

 

“La causa porque he demorado diez años la gestión de mis derechos ultrajados, es la misma, exactamente la misma que ha determinado igual abstención de parte de tantos otros agraviados por el absolutismo del antiguo soberano de Entre Ríos, delante de cuya omnipotencia la ley carecía de eficacia y el juez de garantías.” [17]

 

            Otro trabajo de mérito de Mardoqueo Navarro fue su obra El Territorio Nacional de Misiones, editada en 1881. Consiste en una recopilación de documentos, datos y antecedentes relativos a esta provincia mandado a hacer por el Ministro del Interior, Dr. Antonio del Viso.[18]

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            La obra consta de dos partes: una es el conjunto de documentos sobre el territorio de Misiones, su historia desde las misiones de los jesuitas, su rol durante el período de la independencia, su primera constitución, los problemas con el gobierno de Corrientes, etc. La otra es la recopilación de artículos polémicos entre el Inspector de Aduanas Samuel Navarro, hermano de Mardoqueo, y el Ministro de Gobierno de Corrientes Severo Fernández, el cual acusa al primero de haber tenido una prédica anárquica y separatista, fomentando el desmembramiento territorial de Misiones.

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Mardoqueo Navarro va desarrollando con prolijidad toda la problemática, fundamentado en todo momento en documentos oficiales, intentando demostrar que no son justas las pretensiones correntinas de considerar al territorio misionero como un departamento de la provincia.

 

“La antigua Provincia de Misiones, tan especialmente próspera un tiempo, como desgraciada fue después; debiendo uno y otro extremos a la especialidad de su origen y composición, se halla en el caso de este estudio, por los derechos que sobre su territorio cree tener la Provincia de Corrientes, apoyada en el decreto directorial que la elevó al rango de tal. El examen ordenado de los documentos y antecedentes que hemos podido acumular, en relación a esta pretensión de Corrientes, es el propósito único de estos apuntes, ajenos por lo demás a todo impulso egoísta o de partido, pues ningún vínculo, que no sea el de argentino, nos liga a esta cuestión.” [19]

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2. El Diario de la epidemia de 1871

 

En 1871 Mardoqueo Navarro, que vivía en la ciudad de Buenos Aires y decidió permanecer en ella durante la epidemia de fiebre amarilla, escribió un diario narrando los hechos sobresalientes que se produjeron mientras duró el flagelo. Este diario lo publicó la imprenta del diario La República, cuyo director era el periodista chileno Manuel Bilbao. Salió a la luz el 5 de julio de 1871 y su precio era de 5 $m/c. A los pocos días, debido a la demanda, se comenzó a vender en todas las librerías de la ciudad.[20]

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2.1 Descripción bibliográfica

 

            Mardoqueo Navarro, El Diario de la epidemia de 1871, Buenos Aires, Imprenta y fundición de tipos de la Sociedad Anónima del diario La República, calle Belgrano 126, 18711, formato de 66 cm de ancho x 85 cm de largo.

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            En el centro de la hoja principal hay una pirámide de 53 cm; en su base, del lado izquierdo, se encuentran las cifras de víctimas de la epidemia desde el 27 de enero, día en que oficialmente comienza la epidemia. A medida que se sube desde esta base, se avanza día a día hasta llegar a la cúspide de la pirámide el 10 de abril, día en que se registró el mayor número de víctimas: 563 defunciones. Desde la cima se comienza a descender por el otro lado hasta llegar a la base derecha donde está anotado el día 22 de junio, en el cual no se registraron muertos por la fiebre.

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            Esta pirámide está acompañada de un cuadro ilustrativo de las cifras de mortalidad por mes y por nacionalidades.

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            La letra utilizada es muy pequeña, hay partes impresas en negrita, en cursiva o en mayúscula, recursos que Navarro utilizó para resaltar algunos datos.

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            Un ejemplar del mismo año 1871 del Diario de la epidemia se halla en el Archivo General de la Nación, en el Archivo y colección de Andrés Lamas (1549-1894), legajo 2672.

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            Los Anales del Departamento de Higiene en su número 15, año IV, de abril de 1894, publicó la obra de Navarro, y así la rescató del olvido, pues, ya en 1872 era una pieza difícil de conseguir.[21]

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2.2 Contenido

 

“Tuve por objeto, al emprender este trabajo, no difícil pero prolijo y minucioso, conocer por estudio propio “en lo posible” la extensión y faces de una gran calamidad, a cuyo desarrollo asistí por elección.” [22]

 

A través de frases breves, cortantes y lapidarias, Mardoqueo Navarro va describiendo, día a día, los distintos acontecimientos relacionados con la epidemia de fiebre amarilla. Son anotaciones que el autor fue haciendo desde el comienzo de la peste y que luego ordenó para su publicación.

            El mismo Navarro explica que no es un trabajo estadístico, aunque transcribiera las cifras de mortalidad, sino un índice efemeridográfico- epidémico- bonaerense, en el que va enunciando los sucesos acaecidos. Por propia voluntad, no quiso que sus exposiciones diarias fuesen de más de una línea, por eso seleccionó sólo los hechos que le resultaron más relevantes.

 

“Investigué cuanto me vino a mano, preferí lo que estimé más digno de recuerdo, consigné aquello que cupo apurando el laconismo, hice en fin lo que pude en cosa que emprendí así porque así lo quise.” [23]

 

            A través de la lectura del diario se descubre al pueblo en los primeros días, incauto y despreocupado, atendiendo tan sólo a los próximos carnavales; los primeros debates sobre el diagnóstico de la enfermedad; las primeras víctimas; y los primeros pasos en la organización de la defensa.

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            Posteriormente, Navarro describe cómo se formó la Comisión Popular y cuál fue su labor. No deja de criticar duramente a la Iglesia y al Gobierno por lo que él cree son paliativos ineficaces frente a la epidemia que se viene. No por eso deja de resaltar la tarea desinteresada de algunos miembros, tanto de las comisiones que dependían del gobierno como de congregaciones religiosas, sacerdotes y laicos, dedicados a la ayuda de los enfermos y sus familias.

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            Con palabras sueltas, el autor expresa la terrible situación de los días de Semana Santa, en que llegaron a morir más de 500 diariamente.

Y así, con un estilo tan particular, avanza día tras día presentando la realidad de Buenos Aires en el primer semestre de 1871 hasta llegar al mes de junio en que, ya finalizada la fiebre, describe las consecuencias y la restauración general de la ciudad. Para las cifras de fallecidos adoptó las listas municipales que el diario La República recibía y registraba puntualmente. Navarro quiso publicar datos creíbles, ajenos a la exageración e imaginación de algunos.

 

“Ante tales títulos habría sido poco serio posponer estas anotaciones oficiales a las aseveraciones bachillerescas de las comadres, al dicho inconsciente de un sepulturero, cuyos cálculos no podían ser sino la expresión de su cansancio en el oficio, y aún el de cualquier Reverendo, que, con serlo no llevó sobre sí la misión oficial diaria, instantánea, que cumplía a los empleados públicos, y sólo asistió al cementerio allá por la muerte de un inglés.” [24]

 

            Sin embargo, no cree que las listas de la Municipalidad sean exactas; sabe del desorden administrativo de los primeros días de abril en que el número de muertos fue mayor, quizás no todos fielmente registrados. Por eso corrige algunas cifras y toma otras del diario La Nación.[25]

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            Mardoqueo Navarro termina su diario proponiendo que el lector no se quede tan sólo con lo que él escribió, sino que sea capaz de descubrir más profundamente una compleja realidad expresada con pocas palabras, recurriendo a otras fuentes.

 

“Allí se ve...Allí se ve lo que se ve...Leed, que hay allí más de lo que la exigüidad del espacio me permite apuntar en esta reseña.” [26]

 

 

2.3 Valoración como fuente histórica

 

“El testimonio argentino más fidedigno que quedó de este horror fue el diario que día a día llevó Mardoqueo Navarro escrito en forma veraz y lacónica.” [27]

 

            La bibliografía específica sobre la epidemia de fiebre amarilla se inicia en el mismo año 1871 con el Diario de la epidemia de Mardoqueo Navarro; de ahí su importancia como fuente para el estudio de esta etapa de la historia argentina.

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            El que el autor haya sido testigo presencial de los hechos trabajando de periodista en un diario, le permitió acceder a datos veraces sobre la epidemia que la Municipalidad entregaba a los periódicos.

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            Indudablemente, Navarro también dejó notar sus posturas ideológicas al relatar los sucesos de aquellos meses: su fuerte compromiso con la Comisión Popular y sus miembros, recordando que el diario en el que él trabajaba era de Manuel Bilbao, uno de los principales propulsores de la conformación de la mencionada comisión; su postura crítica frente a la labor de la Iglesia; su actitud opositora frente a los gobiernos provincial y municipal, etc. Todo esto no lo cegó ni le hizo parcializar la narración de los acontecimientos, dado que con la misma libertad con que señalaba los errores de alguien podía resaltar lo positivo.

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            Hacia 1872, el trabajo de Mardoqueo Navarro era difícil de conseguir por lo cual se supone que el tiraje de la edición fue corto. Recién en abril de 1894 se volvió a publicar en los Anales del Departamento Nacional de Higiene, número 15, año IV, el diario de Navarro con el título Fiebre amarilla, 10 de abril de 1871. La mayoría de los autores que posteriormente consultaron la obra, lo hicieron a través del ejemplar publicado por los Anales en 1894.

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            Pasaron cincuenta años hasta que alguien utilizó el diario de Navarro como fuente para su investigación; fue el doctor Carlos Fonso Gandolfo, profesor de enfermedades infecciosas en la Facultad de Medicina de Buenos Aires quien desarrolló una conferencia titulada La epidemia de fiebre amarilla de 1871,  incluida en las páginas de las Publicaciones de la Cátedra de Historia de la Medicina, tomo III, año 1940. La dificultad de su trabajo es que tomó como fuente la publicación de 1894, suponiendo que la introducción era del mismo Mardoqueo Navarro, cosa en sí imposible, dado que Navarro había fallecido varios años antes, en 1882.[28]

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            El ingeniero Nicolás Besio Moreno en su trabajo Historia de las epidemias de Buenos Aires. Estudio demográfico estadístico, también cita el Diario de la epidemia.[29]

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            En 1949 Leandro Ruiz Moreno publicó su obra La Peste Histórica de 1871, uno de los trabajos más completos sobre la epidemia. En la bibliografía incluyó el diario de Mardoqueo Navarro, del que sólo tomó algunas referencias circunstanciales.

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            Miguel Ángel Scenna es el historiador que más recurrió al diario de Navarro; lo hizo en un trabajo publicado en Todo es Historia, año I, 8, de diciembre de 1967, con el título Diario de la Gran Epidemia. Fiebre amarilla en Buenos Aires, y en su obra de 1974, Cuando murió Buenos Aires. 1871.

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            Además de las obras mencionadas, el diario fue mencionado en algunas publicaciones de órganos especializados de escasa difusión y circulación obligadamente limitada por su carácter, y casi siempre recurriendo al ejemplar publicado en 1894, donde toda la primera parte no es de Mardoqueo Navarro, sino de un tal T. S.

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            Como fuente histórica de la epidemia es una obra de gran valor, que con sus frases cortas y lapidarias, incentiva a la investigación, anima a adentrarse en cada una de sus afirmaciones e investigar los distintos acontecimientos allí mencionados. Lógicamente por su extensión es una fuente que requiere ser complementada con otras, como testimonios, documentos oficiales y periódicos de los primeros meses de 1871.

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            Respecto a la tarea de la Iglesia durante la epidemia, el trabajo de Navarro, permite descubrir diversas cosas; algunas de las más importantes son: en primer lugar la importancia del accionar eclesial, ya sea para elogiarlo o para criticarlo; segundo, la relevancia de algunos hombres y mujeres de la Iglesia, (inclusive sus nombres son escritos en negrita para resaltarlos); tercero, el trabajo con los huérfanos y la Sociedad de Beneficencia. Cada mención que Navarro hace sobre la Iglesia es estímulo para buscar otras fuentes, recurrir a los archivos religiosos, buscar en los diarios de la época, y así sacar a la luz la gran labor eclesial durante los meses de la fiebre, tema que, por controversias y diferencias ideológicas con la masonería y el liberalismo de la época, se desconoce.

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[1] Cfr. CUTOLO, Vicente Osvaldo, Nuevo Diccionario Biográfico Argentino, Tomo V, Buenos Aires, 1978, p. 26

[2] Cfr. NAVARRO, Mardoqueo, El General Don Justo José de Urquiza y el ciudadano Mardoqueo Navarro; Protector y protegido o sea explotador y explotado, Buenos Aires, 1872, p. 9

[3] Ibid, p. 5

[4] Cfr. NAVARRO, Mardoqueo, Op. Cit., p. 163

[5] Cfr. CUTOLO, Vicente O., Op. Cit., p. 26

[6] Ibid.

[7] NAVARRO, Mardoqueo, El Territorio Nacional de Misiones, Buenos Aires, 1881, p. 5

[8] Cfr. PICCIRILLI, Ricardo, ROMAY, Francisco L. y GIANELLO, Leoncio, Diccionario histórico argentino, vol. 5, Buenos Aires, 1954, pp. 398-399

[9] NAVARRO, Mardoqueo, El General Don Justo José de Urquiza y el ciudadano Mardoqueo Navarro; Protector y protegido  o sea explotador y explotado, Buenos Aires, 1872, p. 141.

[10] Ibid. P. 140

[11] Cfr. CUTOLO, Vicente O., Op. Cit., p. 26

[12] NAVARRO, Mardoqueo, Op. Cit., p.5

[13] Ibid., Los antecedentes de una vida son de un gran peso en la balanza de la justicia., p. 2.

[14] Ibid., p. 140

[15] Ibid., p. 9

[16] Ibid.,p. 11

[17] Ibid., p. 6

[18] Cfr. NAVARRO, Mardoqueo, El Territorio Nacional de Misiones, Buenos Aires, 1881, p. 3

[19] Ibid., p. 3

[20] Cfr. Diario LA REPÚBLICA, en adelante LR, 3 y 4 de julio de 1871.

[21] En el Apéndice se encuentra una copia de la edición de 1894, ya que el ejemplar de 1871 que se encuentra en el AGN, está en mal estado. Ver Apéndice pp. 212 y ss

[22] NAVARRO, Mardoqueo, El Diario de la epidemia de 1871, Buenos Aires, 1871, página central.

[23] Ibid.

[24] Ibid.

[25] Cfr. Ibid.

[26] Ibid.

[27] LA FEMINA ALTIERI, Alfonso A., 1871: Fiebre amarilla en la Argentina, en La Prensa Médica Argentina, vol. 69, número especial, 1982, p. 41

[28] Cfr. FONSO GANDOLFO, Carlos, La epidemia de fiebre amarilla de 1871, en Publicaciones de la Cátedra de Historia de la Medicina, tomo III, 1940, Buenos Aires, pp. 294 y 295.

[29] Cfr. BESIO MORENO, Nicolás, Historia de las epidemias en Buenos Aires. Estudio demográfico estadístico, en Publicaciones de la cátedra de Historia de la Medicina, Tomo III, 1940, p. 63

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